IDV cobija de gloria al Cristo Redentor

IDV cobija de gloria al Cristo Redentor
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Independiente del Valle alcanza su tercera copa internacional ante la mirada atónita del Cristo Redentor. Esta figura tan acostumbrada a las alegrías del fútbol hoy mira con impotencia las lágrimas de su hijo pródigo, el Flamengo.

El éxito en el caso de Independiente del Valle no es circunstancial, por el contrario, es una causalidad de buenas decisiones y perseverancia. La consecución de la Recopa Sudamericana en el Maracaná sostiene un proyecto deportivo que cobija a miles de niños y niñas que miran en este equipo de fútbol la oportunidad de formarse no solo como profesionales, sino como personas con valores y responsabilidades en bienestar de la sociedad. Impulsa una sociedad que realmente cree que los sueños se convierten en realidad.

El Independiente del Valle no es un equipo de fútbol exitoso, Independiente del Valle es una institución que existe para transformar la vida de las personas y generar cambios sociales en nuestro país. El crecimiento de este equipo de fútbol ayuda a la dinámica económica del sector. Rumiñahui y los sectores aledaños de Quito se benefician de un estadio con garantías y comodidades europeas, el mismo que alberga grandes cotejos deportivos y que permite la reactivación económica de las parroquias de Fajardo, San Pedro y Amaguaña como principales beneficiadas, muestra de aquello fue esta final de Conmebol.

Superando el discurso romántico que usted puede identificar en estas líneas, el equipo rayado en la actualidad nos ubica en lo más alto de la palestra deportiva, convirtiéndose en la única institución que se hace un espacio ante el poder económico de los brasileños y la laureada historia argentina. Alcanzando en cuatro años tres torneos internacionales.

El trabajo formativo, el impulso al fútbol femenino, su labor en respaldo a los sectores vulnerables de la población y su sentido de pertenencia lo posicionan como una institución ejemplar no solo para el país, ni si quiera para la región, sino para el continente entero. Gracias Independiente del Valle, felicitaciones a su cuerpo técnico, jugadores, dirigentes, personal administrativo y todos quienes suman al crecimiento sin techo del club.

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¿Qué tan importante es el fútbol?

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¿El fútbol es importante? ¿Se puede ir por la vida priorizando este deporte o podemos ser tan racionales y pragmáticos? Quizá cada día estamos más conscientes de ser seres arrojados a la muerte y nos preparamos incesantemente para evitar el dolor, la insatisfacción, el desaire y la decepción.

El fútbol forma parte de aquellos factores externos en los que el hincha deposita la fe y cree que la vida puede ser llevadera, aunque no siempre en constante plenitud, pues es sabido que en el fútbol se pierde y se gana. Nadie, absolutamente nadie, puede hablar de un triunfalismo absoluto. Todos han pasado por la humillación de la derrota, unos injustamente más que otros.

De vez en cuando los de abajo suelen reivindicar la meritocracia del fútbol y pelean su posibilidad de también festejar.

Este deporte hoy permite encontrarnos con su lado más nostálgico, aquel que se dibuja con lágrimas y se sostiene en abrazos, aquel que se aleja de la soberbia de los campeones y que apapacha a los que valoran los triunfos semanales y que no planifican hasta final del año, porque lo suyo es un amor que subsiste partido a partido. Un día a la vez.

¿Por qué una persona suplicaría por un campeonato antes de su muerte? ¿Por qué la partida de un ser querido sin haber visto a su equipo de fútbol campeón se vuelve más dolorosa que su ausencia en sí? Es como si se hubiera ido de este mundo incompleto, vacío, sin el goce que solo te permite el fútbol, es como haberte ido sufriendo. ¿Cuánto diéramos por cumplirle ese último deseo?

Hoy Aucas consigue la clasificación a su primera Copa Libertadores y está cerca de acceder a la final del campeonato ecuatoriano. Está a tres partidos de que la historia le permita a sus hinchas llorar de alegría y, aunque todo parece estar escrito a su favor, aún se siente una atmosfera de incertidumbre que embriaga a sus hinchas, como si temieran a que el bucle de su desdicha nuevamente pudiera hacer de las suyas y conjugara todos los males para trastocar esta pequeña parte de la vida que hoy la sienten como felicidad.

Da la impresión de que el fútbol permite valorar lo efímero de nuestra existencia, los sueños ajenos y la felicidad del otro. Hay hinchas de Barcelona que desean ver al Aucas campeón, no por soberbia, sino porque «ya es hora», dejan de lado la felicidad propia para ser testigos de la alegría del otro. Quizá el fútbol en estos pequeños episodios nos entrega las respuestas a la vida, una vida en la que todos nos merecemos festejar y ser felices, por lo menos una vez antes de nuestra muerte.

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Independiente del Valle, un equipo que es una realidad

Muchos de los futboleros veían con burla una bandera que flameaba en el Estadio de Liga Cantonal de Rumiñahui que decía “Futuro campeón del fútbol ecuatoriano”, muchos consideraban que esta osadía era parte de un equipo que “no conocía en lo que se metía” o que subestimaba a nuestro “tradicional fútbol ecuatoriano”.

Eduardo Galeano decía que la utopía está en el horizonte. Camino dos pasos y ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar. Y el Independiente del Valle es muestra de aquello, un equipo que se agiganta a través de escenarios que parecen utópicos.

En la actualidad el equipo ya cumplió su eslogan de campeón, inclusive lo alcanzó a nivel internacional con la Copa Sudamericana en el año 2019, pero esos logros deportivos no parecen ser su mejor legado, en realidad su verdadero aporte radica fuera de la cancha. Este equipo replantea la idea de meritocracia, obsequia una mirada integral a nuestro tan disminuido e infravalorado fútbol y catapulta los sueños como su hoja de ruta institucional.

El cantón Rumiñahui casi que sin querer queriendo se ha beneficiado de estos éxitos deportivos. Hoy somos noticia futbolística, nuestra referencia inmediata para cualquier despistado turista es decirle “vivo donde juega el Independiente del Valle” y hoy, a nivel internacional, conocen de nuestra gastronomía y costumbres por lo que despierta el cuadro que, hasta la fecha, se lo considera sangolquileño, pese a que en realidad juegue en Quito.

El trabajo formativo, su impulso al fútbol femenino, su labor en respaldo a los sectores vulnerables de la población y su sentido de pertenencia hoy lo posicionan como una institución ejemplar en el continente. Este triunfo no determina el presente o futuro inmediato de esta institución, porque sus sueños no sucumben en una mera competencia, su horizonte va más allá incluso de lo que podríamos imaginarnos.

Miro en el IDV un fútbol expansionista, tengo temores de que la industria del entretenimiento vaya absorbiendo en su totalidad el lado romántico del fútbol, pero me ilusiono con esta institución que de forma genuina parece entregarse a valores tan olvidados por aquellos que se creen dueños de este deporte.

Felicidades a Independiente por su triunfo y acceso a la siguiente fase de la sudamericana.  

El hombre de negro paralizó el fútbol en Ecuador

“El árbitro es arbitrario por definición. Este es el abominable tirano que ejerce su dictadura sin oposición posible y el ampuloso verdugo que ejecuta su poder absoluto con gestos de ópera”. Esta descripción es propiedad de Eduardo Galeano y en esta oportunidad, como en muchas otras, volvió a acertar.

Eran las 19:00 y el fútbol profesional masculino se paralizó en el Ecuador. Nuestro fútbol, tan acostumbrado a las paralizaciones en los últimos años, volvió a exhibir esos problemas que muchos buscan maquillar, esos problemas que contradicen el marketing de ser la cuarta liga a nivel de Sudamérica y que buscan posicionar un campeonato que presenta un terreno minado que, al pasar de los años, sigue explotando y resquebrajado los cimientos de una Liga Profesional que se hizo al apuro y que, pese a ser su tercera edición, no logra solucionar los problemas de fondo.

Los jugadores del Técnico Universitario y del Manta FC saltaron a la cancha con el objetivo de salvarse del descenso, sin embargo, fueron testigos del descenso de la calidad de nuestro fútbol, mostrándole al mundo que los árbitros, pese a tener el segundo sueldo más alto de la región, no están al día en el pago de sus haberes.

Los árbitros exigen el cumplimiento total de la deuda de mayo, junio, julio y agosto. Previo a esta jornada, la Liga Profesional ofreció un pago parcial de $ 200.000, el cual no fue aceptado hasta la noche de este lunes.

¿Cómo creer los ofrecimientos de quién hasta la fecha no ha cumplido? ¿Cómo exigir el pago total de la deuda en medio de una crisis latente de nuestro fútbol? Las dos preguntas son válidas y las dos posturas entendibles, sin embargo, el problema radica en las posturas, en esa funcionalidad tan jerarquizada que tiene el fútbol y que hace creer a los dirigentes que sin ellos el fútbol no podría existir, pero la realidad es que sin futbolistas y sin árbitros, el fútbol no va. El balompié puede prescindir incluso de quién se crea dueño del escritorio en donde nacen las reglas de este deporte, pero los que pisan la cancha son otros y un grupo de ellos hoy decide que la pelota no debe rodar.

El fútbol solo cambiará a través de la organización de los gremios y de una equidad en un deporte que se torna muy desigual. Quizá ahí radica el principal temor, el temor de saber que se pueden organizar, que pueden pedir el pago de sus saldos pendientes o incluso exigir una mejor condición laboral.

¿Quieren fútbol más justo? paguen a los árbitros. ¿Quieren mayor calidad en nuestro arbitraje? paguen a los árbitros y ofrezcan capacitaciones. ¿Quieren una mejor Liga Profesional de Fútbol? Impartan el dialogo como práctica de construcción. Recuerden que la corrupción y arreglos de partidos también nacen en la necesidad de las personas. El hambre permite escenarios de injusticia y desesperación.

El fútbol en el Ecuador puede reanudarse, lo más probable es que eso suceda a la brevedad posible, pero una vez más queda claro que los protagonistas del fútbol están lejos de los escritorios y sudan al interior de la cancha.

“Durante más de un siglo, el árbitro vistió de luto. ¿Por quién? Por él (…)”. Ahora se ausenta en exigencia de sus salarios.



Foto: API

@LRCadena

La lealtad no es cuantificable

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La última conversación de fútbol que tuve con mi abuelo antes de su muerte incluyó a Deportivo Quito y Liga Deportiva Universitaria. Sobre Liga me preguntó la ubicación en la tabla de posiciones y su rol en el campeonato.  Mi respuesta fue corta, casi entre dientes le informé de la posición en la tabla y le conté sobre la crisis deportiva que atravesaba (año 2017 y acababa de llegar Repetto para sacar a Liga de los últimos lugares), no ahondé en mayores detalles y cerré el tema. Pasó un par de segundos, tomó una bocanada de aire, miró por la ventana y me preguntó sobre Deportivo Quito. Por ese entonces la situación ya era compleja, el Campeonato Provincial de Segunda Categoría llegaba a su final y al equipo no le alcanzó para pasar a la siguiente instancia de los zonales. No quise amargarle con esa noticia por lo que evité los detalles y, pensando en los meses que ya llevaba internado, solamente alcancé a decirle “sigue viviendo”. Sonrió y mantuvo su mirada fija en la ventana de una de las pequeñas habitaciones del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social.

A los pocos días de aquella conversación la situación de Rubén Antonio empeoró, los doctores lo indujeron al coma para el desfile de despedida. Deportivo Quito perdió a uno de sus más acérrimos hinchas que dejó como legado a toda una familia entera aficionada al equipo azulgrana.

El tiempo sigue su curso y hace poco se cumplieron dos años de su muerte. En ese tiempo Liga salió de su crisis deportiva y fue campeón el año pasado con el último nombre que pronuncié ante mi abuelo, Pablo Repetto. Por su parte, Deportivo Quito tal como manifesté en esa pequeña habitación sigue viviendo, ahora en el amateur.

Hasta el día de hoy ronda en mi cabeza esa última charla de fútbol que mantuve a su lado y me pregunto ¿Cómo un hincha de Deportivo Quito pudo preguntarme de Liga en una situación en la que nos encontrábamos? ¿Fue un intento desesperado de mi abuelo por forjar una conversación? No, no puede ser eso, tendría sentido si hubiéramos conversado primero de Deportivo Quito y luego, tras agotar los recursos del dialogo, buscáramos algo más para conversar. ¿Fue un desvarío? No, mi abuelo no estaba drogado, mantenía una conversación fluida y recordaba muchas cosas que sucedieron antes de su internado. ¿Entonces? Debe ser la rivalidad. Sí, debe ser aquella rivalidad que nos hace siempre empaparnos de la situación ajena para comprobar la situación de nuestro contrincante y compararla con nuestra realidad. O simplemente mi abuelo, futbolero hasta su último día, comprendió en su aposento la esencia de este deporte que, tan negada por la dinámica de la competencia, no da tregua a sentimientos ajenos al clímax de la victoria.

Es esa misma rivalidad la que hoy aflora en redes sociales, en portales digitales y conversaciones banales sobre qué equipo llevó más hinchas al estadio el pasado fin de semana, Deportivo Quito vs Quito Corazón en el Campeonato Amateur de Pichincha o la Copa Ecuador con el partido de Aucas vs LDU.

Periodistas que viven de las tendencias digitales y que disfrutan los likes como alimento de su ego lanzaron cifras al ojo con la intensión de ganar la atención y veneración de aficionados con el objetivo de vincularse a discusiones que los posicionen como jueces de la ficticia jerarquización de la lealtad. Números van y números vienen, al final la cantidad de papel vendido apareció. En el estadio Olímpico Atahualpa llegaron 7 805 hinchas, mientras que 5 264 en el Gonzalo Pozo Ripalda.  Números van y más números vienen…

El debate sobre la lealtad carece de sentido, los números no cuantifican un valor intangible que no merece ampararse en una mísera condición contable. Este “debate” desmerece e invisibiliza a las familias enteras que caminan a un estadio de fútbol tomados de la mano de sus hijos con el propósito de mantener firme un legado que rebase las barreras de la muerte. Desaparecen al padre que lleva a su pequeño en hombros con el objetivo de alimentar los recuerdos en la memoria de su infante y que lo repita a través del tiempo con sus nietos. Evapora las amistades que se forjan y fortalecen con cada grito de gol o en las lágrimas de la derrota.

Estos berrinches de popularidad anulan el sentimiento que vive al interior de cada aficionado que se ve reducido a un factor numérico para goce y disfrute de las rivalidades pasionales. Quizá eso es lo que avizoró mi abuelo, que el momento deportivo de un equipo, la capacidad adquisitiva de sus aficionados no materializan los valores del amor y la lealtad, y que la rivalidad se la lleva hasta el último día como símbolo deportivo de reconocimiento y no en debates que buscan mercantilizar el sentimiento del hincha, porque quién puede atreverse a cuestionar quien ama en menor o mayor medida a un equipo de fútbol, si al final de nuestros días podemos encontrarnos en una pequeña habitación escuchando a un enfermo fanático hincha del Quito preguntar sobre Liga Deportiva Universitaria, su «archirrival».

Luis Rubén Cadena

@LRCadena

Deportivo Quito, te volveremos a ver

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En los últimos cinco años Deportivo Quito sumó su tercer descenso, todos ellos, por decisiones administrativas. Los mismos cinco años que necesitó para alcanzar sus tres últimos campeonatos, y las más vivas alegrías que quedarán guardadas en la resistencia de la memoria. Hace diez años se levantaba una esperanza para recuperar los cuarenta años perdidos, y solo bastaron los últimos de existencia para despedazar casi 80 años de historia.

Sociedad Deportivo Quito sucumbe ante las exigencias del sistema. Si usted desea puede darle el papel de víctima, un papel que bien le puede calzar en la posición tan desgarrada en que se sitúa el equipo de la ciudad. La corrupción, el abuso de confianza y la pasividad reflejan el abismo eterno para el club al que alguna vez llamaron Academia por su elegancia y buen fútbol.

El equipo nunca pudo defenderse en la cancha, no le dieron esa oportunidad. No hay opciones, no hay alternativas, el hincha azulgrana necesita urgentemente pisar el suelo, no es necesario deambular en terreno inhóspito recordando tiempos que no volverán y esperando alcanzar objetivos que se mantendrán de forma perenne en el anhelo a lo imposible.

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Deportivo Quito no va a retornar a Primera Categoría, no lo puede, ni lo debe hacer. No hay bondad que revierta la avalancha judicial que hunde día a día las respuestas y buenas intenciones de su actual dirigencia. Una dirigencia que llegó tarde, pues si bien no ostentan la innegable afirmación de ser la mejor, demostraron que si hay buenos tipos en el Quito, que no todos son malos, ni que todos vienen a robar, aunque lo único que quede sea la vergüenza.

Deportivo Quito ha quebrado. No es el primer caso. Estos cara dura disfrazados de Mesías abundan por el mundo, visten elegante, manejan buenas empresas y hablan refinadamente. Esta gente va por el mundo traficando fútbol, apoderándose de los sueños ajenos mientras enredan sus beneficios particulares en negocios redondos. Cuando todo se ha consumado, ellos ya no están. Son invisibles, nadie los persigue, nadie los busca. Son anónimos, aunque varias de sus fotografías ronden los complejos deportivos del país.

Parma, Reading Napoli y el caso emblemático del Portsmouth son ejemplos que deben ser tomados con mucha calma y con cuidado. No son parte de la realidad del fútbol ecuatoriano, pero puede ser una alternativa al momento catastrófico que vive. Un proyecto sano, como decía mi abuelo, con gente de bien.

Está claro que en Deportivo Quito, no quieren y no pueden desenmascarar todo el entramado de negocios particulares que se gestaron a su sombra, y considero esa será la mayor derrota que pueda arrojar su desaparición. La posibilidad de conocer la verdad y dar con los culpables del deterioro institucional es lo que debería sostener el proyecto, sin embargo, no se lo ha hecho ni se lo hará.

No es momento para pensar con el corazón ni abrazarse a sentimentalismos, el cuadro azulgrana necesita pensar con la cabeza y buscar medidas acorde a las circunstancias, caso contrario el club está destinado a perder su patrimonio intangible, lo único que realmente le queda.

El aferrarse a unas condiciones de inmundicia como las actuales, es negar a un padre continuar con su legado, es postrar al hincha añejo a la desaparición de su viejo  amigo y quitarle la oportunidad de verlo renacer, es darle gusto a quienes buscaron mantener impune cada uno de sus actos, es resignarse a ser testigo en primera fila de la extinción de lo que alguna vez existió. Es sentarse y ser parte del olvido.

¿Cuanto cuesta gritar un gol? ¿Qué valor tiene un campeonato? El hincha de Deportivo Quito aceptó resistir cuarenta años para conocer los placeres deportivos, no obliguen a la historia soportar una eternidad sin el Deportivo Quito.

 

Querido Rubén Antonio, qué dirías en estas circunstancias… creo que no hemos encontrado todavía la respuesta. 

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Luis Rubén Cadena

@LRCadena

 

 

A: los periodistas de primer, segundo y tercer nivel

La preparación debe ser el complemento para una profesión que necesita urgentemente de una capacitación constante, pero esa misma capacitación tiene que nacer desde la vocación interna del periodista y no verse supeditada a una Ley que lo obligue a prepararse, y peor aún, a pensar que este título lo ampara de manera arbitraria a hacer y deshacer en la profesión.

Esta problemática exhibe a un gremio desnudo y carente de organización, planificación, de estructura y, si usted quiere, hasta de dignidad.

Qué razón de existir encontramos en las diversas organizaciones enlazadas a los círculos y gremios de periodistas, cuál es su verdadera función aparte de realizar los campeonatos de 40, el día de la familia y entregar una que otra placa de reconocimiento. Qué tan debilitados están los gremios de comunicación para que el ejecutivo pueda realizar cambios cada vez que cree necesario, jugando con la demagogia y amparada en el gobierno de turno. Qué tan abiertos están los espacios para el debate o consenso de la mayoría de sus protagonistas. ¿Se puede pensar en algún momento un sindicato de prensa que realmente vele por el derecho de los comunicadores? De momento esto parece utópico.

Hace cuatro años rige la Ley de Comunicación y su artículo 42, incluso hay una tabla salarial del comunicador, pero de qué manera se llega a controlar o cumplir con esta norma?

Hay muchas preguntas que aparecen alrededor de un tema que muchos lo buscan encasillar en tener o no título de tercer nivel, que considero no es el hecho central del asunto.

La profesión se tiene que medir y depurar a partir de la calidad, pero nunca a una cuestión de resistencia por esperar una o dos publicidades que te permitan sobrevivir, o amparar una carrera ligada a la misericordia del dueño o gerente del medio de comunicación.

El título no hace al periodista, lo capacita, le sustenta de herramientas teóricas que en el ejercicio de la práctica puede llegar a utilizar, sin embargo no es la piedra angular del cambio de estructura y mientras este cambio no se lo genere, el oficio está encaminado a la mutilación y decadencia de quienes lo ejercen.

@LRCadena

Luis Rubén Cadena

Sudamérica y su final del mundo

La «final del mundo» terminó como eso, demostrando que definitivamente el fin está cerca.

Los hechos suscitados el pasado fin de semana que desencadenaron en la postergación de la final entre River Plate y Boca Juniors por la Copa Libertadores, reflejan lo cerca que estamos de vulnerar el espacio del resto con una facilidad de conciencia que realmente preocupa. El fútbol es solo la justificación de una manifestación que se presta detrás del tan sobrevalorado «folclore deportivo».

Jugamos constantemente en reafirmar nuestras diferencias con el propósito de pasar por encima del otro. No es el «superclasico», no es Argentina, somos todos. Hoy convivimos en un conflicto constate, en la pugna de la razón y el opacamiento de aquel que se atreve a pensar diferente. Nos vemos tan expuestos a ser atacados que optamos por atacar primero.

Cuántas veces hemos actuado especulando las actitudes del contrario. Preferible ser victimario a ser víctima dirían muchos.

El grado de deshumanización de este deporte es tan grande que la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) esperó más de tres horas para suspender el encuentro que, dentro de la lógica común y natural, tenía que haberse cancelado inmediatamente tras el ataque al bus de Boca Juniors. El futbolista, actor principal de esta actividad deportiva, no es prioridad.

Los intereses económicos, políticos y sociales generaron una insensibilidad que nubló el accionar del principal organismo sudamericano. No tienen la culpa, en la actualidad, el ente rector de nuestro fútbol es un engranaje del sistema que tiene como función principal exprimir cada dólar que le sea posible.

Hoy muchos de manera cínica y déspota manejan el debate alrededor de si los jugadores de Boca mintieron sobre su estado de salud y decidieron afectar el «espectáculo», incluso son más osados y se atreven a mencionar la tan lejana «deportividad». Es fácil creer que una pierna menos habría sido un argumento valido para esta clase de personajes.

Dada las condiciones en la actualidad, un futbolista profesional tiene por obligación dar todo de sí. Le pagan por jugar cuestionan muchos. Estamos ante los robots del nuevo milenio, sin derecho a sentir, opinar o cuestionar. Su función es entretener y satisfacer los placeres e intereses que giran alrededor de la pelota.

Ante el mar de incertidumbre hay que ser claros, el partido se va a jugar. Hay mucho en juego, y no me refiero a las acciones que determinen al equipo que saldrá campeón, sino a toda esa atmósfera de magnates que de alguna u otra forma tienen que recuperar y ver compensada su inversión.

Las dudas quedan planteadas para el futuro, ¿el hecho vivido tendrá un aporte al aprendizaje, o simplemente se buscará, como en la mayoría de casos, omitirlo y tratar de esconderlo en los recovecos de nuestra frágil memoria?

Lo único claro en este turbio panorama es que la norma no podrá ser ejecutada, las leyes serán desvalorizadas y Sudamérica se mantendrá firme en sus convicciones de que el fútbol acá se lo vive con pasión, y que no es gratuito decir que en nuestra región se juega o se muere, total, la final del mundo se la vivió en este pedazo de tierra.

Luis Rubén Cadena

@LRCadena

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Parcayacu y su clasificación al Mundial

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Cierro los ojos de manera intermitente, mientras escucho pequeños golpes que se repiten incesantemente. Poco a poco me llevan a un estado de extraña tranquilidad. En medio de ese trance, reconozco que el ruido es producto de los golpes secos que propina mi madre al poner en contacto nuestra ropa mojada contra la lavandería. Reacciono y me encuentro frente a un televisor marca LG que mis padres habían comprado en cuotas tan largas que realmente lo hacían parte de la familia. Lo prendí y observé atentamente como cambiaba el color de la pantalla.

Todo era de color amarillo, muchas sonrisas dibujaban un estado de ánimo que, en ese momento, yo no comprendía. Apareció un tipo sereno, sobrio y elegante, el cual hablaba acerca de un sueño nacional, un objetivo patrio y sobre la unidad social. Tengo que ser sincero al decir que ante semejantes palabras me vi absorbido en la incapacidad de entenderlas, 18 años más tarde, esa incapacidad sigue latente.

Mi casa no era extensa. Su estructura consistía en un dormitorio, una sala con un baño, cocina y un patio trasero con dimensiones no muy amplias. El televisor fácilmente ahogaba cada rincón de nuestro hogar con las algarabías de personas que, seguramente, recuerdan ese día como uno de los mejores de su vida.

Vivíamos en Parcayacu, un barrio ubicado frente a la Escuela Militar Eloy Alfaro (Esmil), un barrio que vivía diariamente en conflictos con los militares por un terreno que usábamos para jugar al fútbol. Ellos preferían tenerlo baldío, sometido al silencio y a la invasión de maleza. En esos tiempos se luchaba por los espacios comunales. A mí me interesaba jugar al fútbol. Me apasionaba patear la pelota con amigos, aquellos amigos que el tiempo marginó en los recovecos mejor conservados de mi memoria. Fueron buenos años.

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Ese día, muchos de nuestros vecinos aprovecharon nuestra “afortunada” ubicación para tener cerca a sus ídolos futbolísticos, aquellos que sólo se los podía ver por televisión. Camisetas amarillas desfilaban en los exteriores de la Esmil, mientras un gran muro separaba a los aficionados de sus figuras deportivas. Al final la consigna era acompañada de un ¡Si se puede! y alguna que otra señal de reverencia ante personajes que, por ese día, se convertían en héroes de la nación. Ecuador se encontraba en un momento de éxtasis desbordable.

Mi madre había terminado de lavar la primera tanda de ropa, se acercó tibiamente hacia mí y me propuso mirar el partido. Había tanta gente en el estadio que la señal fue abierta para la provincia de Pichincha, permitiendo compartir el apasionamiento de toda la gente. Me emocioné tanto que inmediatamente tomé mi lugar favorito en la cama de mis padres y fijé mis ojos al aparato multicolor. Hoy no entiendo si ese sentimiento era provocado por la disputa del partido o a la protección y compañía de Geovy, mi madre. La nostalgia de este recuerdo me hacen creer que fue lo segundo. En ese momento fui feliz.

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Del partido tengo pocos recuerdos. Casi nulos. Para mi beneficio, la imagen de Jaime Ivan Kaviedes suspendido en el aire se mantiene inmortalizada y rodeada de una claridad tan sutil como el cielo que rodeo a nuestro barrio durante los noventa minutos del partido. Tiempo después el Nine terminaría asumiendo el rol de mi ídolo futbolístico, aquella figura que entendió la sutileza del fútbol en medio de un entorno precario, atestado del juego físico y veloz. Aquel tipo que se vio ahogado de talento y que sucumbió ante la inefable calidad de su don.

Al terminar el partido se observaba en el televisor las palabras “Ecuador clasificó al Mundial”, el color y la intermitencia de esas palabras fácilmente pudieron producir un ataque epiléptico a cualquier descuidado que mirara el televisor sin temor alguno. Preferí apagarlo.

Es llamativa la línea entre patriotismo y deporte, las mismas que cruzan su terreno para conjugar una efervescencia social. En muchos rincones del país se palpó la felicidad absoluta. Habíamos destapado una olla llena de rencores producto de nuestros complejos de inferioridad y, por un momento, los habíamos superado. Todos golpeaban su pecho para decir: ¡Ecuador está en el mundial!

Decidí salir de mi casa, me encontré con los amigos de siempre, en la cancha de siempre, en el silencio de siempre. Se podía escuchar el corte del viento al tocar las puntas de los pencos que rodeaban nuestro mini estadio.

Ecuador vivía uno de sus mejores momentos deportivos, pero para Parcayacu, aquel barrio que sirvió de vecino a la Selección durante todo el camino mundialista Corea- Japón 2002, no cambió nada. No pausó, ni por un instante, su problemática. A lo lejos, mientras me preparaba para dar un tingazo a la bola, veía como personas vestidas con uniforme militar acompañaban un puñado de maquinaria pesada dispuesta a invadir nuevamente nuestra cancha de fútbol. Mi realidad ni se inmutó.

Luis Rubén Cadena Beltrán

@LRCadena

Tanto le cuesta, tanto le vale

Recuerdo que en uno de los tantos partidos de fútbol a los que acompañé a mi abuelo, le escuché decir unas palabras que me llamaron la atención por la simpleza con la que eran mencionadas.

El sentimiento con el que eran expulsadas de la boca de mi antecesor aquellas frases, denotaban claramente la impaciencia y frustración acompañada de una mueca muy sincera en su rostro. –Ese jugador no corre nada, de seguro ya tiene firmado contrato y hay plata de por medio. Hoy no vamos a ganar-.

Les seré sincero al reconocer que en ese momento no llegué a comprender la acusación que habían propalado en contra de aquel jugador, que llevaba la camiseta número 10 en su espalda y que definitivamente no estaba en su mejor partido. Yo más bien imaginé que el sentimiento de derrota había llenado el corazón de mi abuelo, y que se trataba de alguna excusa que expresaba para encontrar abrigo. Pasaron muchos años para darme cuenta que me encontraba muy lejos de la realidad, y que Rubén Antonio había desgastado su vida en reconocer al mundo que lo rodeaba.

Hace una semana se viralizaron audios que comprometen al Presidente del Club Social y Deportivo Macará con tres jugadores del Club Deportivo El Nacional en un supuesto arreglo del partido jugado el pasado 1 de octubre. El fin de esta conversación era convencer a los tres miembros de la escuadra militar (dos de ellos no podían jugar) de tirar se para atrás y permitir que el cuadro celeste los derrote. Al final el partido terminó 2 – 2, el acuerdo se vino abajo y al no existir pago alguno los audios vieron la luz.

Tras varias entrevistas de lado y lado, en las que el dirigente busca mantener una postura de superhéroe al manifestar que buscaba, por sus propios medios, dar con el supuesto extorsionador y, de una vez por todas, salvar al futbol ecuatoriano.

Por el otro lado, el acusado destapó la olla de grillos mencionando que hay más “trabajos” realizados y que incluso esta actividad es realizada con normalidad por otras personas afines a la causa. Definitivamente el efecto de putrefacción avanza sin miedo alguno.

Actualmente el caso está en manos de la justicia. Hay una denuncia de por medio ante la fiscalía para investigar el caso. La federación ecuatoriana de fútbol decidió abrir un expediente con la finalidad de avanzar en las averiguaciones de los hechos.

Varias personalidades del deporte han hecho llegar oficios exigiendo transparencia y justicia. Al final todo resulta en mero trámite con la finalidad de hacer acto de presencia. Toda la formalidad que el acontecimiento necesitaba está sobre la mesa.

Los sucesos del pasado nos generan dudas alrededor de una investigación profunda e imparcial. Lamentablemente en nuestro país hemos llegado a normalizar la corrupción, y eso poco a poco va consumiendo a nuestra sociedad.

Somos un Estado en el que denunciar un acto ilegal tiene como consecuencia la represión y el hostigamiento.

Vivimos en un país en el que miembros de las fuerzas de control fácilmente unen lazos de cooperación con grupos identificados con el narcotráfico, sin ninguna dolencia de por medio, precautelando su «bienestar» económico y abandonado los principios de su cargo.

Habitamos un lugar en el que la impotencia por la seguridad familiar llevó a una turba a convertirse en todo aquello que buscan erradicar, manchando sus manos con sangre en pos de proteger la suya. Hoy son parte de lo que aborrecian.

Ocupamos un territorio en el cual los procesados vulneran los sistemas de vigilancia (grillete electrónico) con facilidad y cinismo, para luego emprender un viaje al extranjero, como si el acto en sí los eximiera de la responsabilidad de sus actos.

Somos un país en el que muchos roban por hambre, mientras otros roban por vivir mejor y acumular riqueza.

En la actualidad, desempeñar un cargo público es sinónimo de tener la oportunidad para desfalcar al Estado. En el que se hace política por y para sus intereses particulares y no para la mayoría de la población. En ese país estamos. Lo reconocemos y aceptamos.

Y usted seguramente se preguntará por qué diablos este tipo mezcla lo uno con lo otro. Estaba hablando de fútbol y ahora habla de estas otras cosas, de seguro ya está loco.

Lo que sucede mi querid@ amig@ es que la corrupción nos está ganando a todos, y la viveza criolla se ha convertido en un hecho transversal, es un parásito que está enquistado en todas las actividades cotidianas de nuestra vida, y si no hacemos algo por evitarlo nos terminará consumiendo.

Tan comúnes son los hechos citados en este artículo, que en algún momento, cuando menos se lo espere, puede acercarse algún extraño y hacerle la siguiente pregunta: ¿Cuánto cuestas, cuánto vales?

@LRcadena

Luis Rubén Cadena Beltrán

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